sábado, 8 de mayo de 2010

Príncipe


Una vez se enamoró de mí un príncipe. “No puede ser”, respondería la gente que me conoce, “¿cómo se va a fijar un príncipe en ti?”. Y el hecho es que así fue. No recuerdo bien su nombre, porque todos, incluida yo, lo llamábamos Príncipe, pero puedo decir que esto que cuento es tan cierto como que existen el sol y la luna.

Príncipe era alto, rubio, de ojos claros y pelo ensortijado. Siempre sonreía, era divertido, caballeroso, atento. Tenía algunas rarezas, pero es lógico, todos las tenemos y los príncipes todavía más. Pero eran cosas sin importancia. Solía tomarme el pulso después de besarme, por ejemplo. Así comprobaba mi excitación. Esa manía me ponía nerviosa, y todavía se me disparaban más las pulsaciones, lo que aumentaba su regocijo.