Ya no te quiero. Lo he sabido hoy. Estaba comprando flores en el kiosco de Marcial. He dudado unos diez minutos, mientras él preparaba un ramo para una chica, entre los tulipanes naranjas o los liliums blancos. Ha sido uno de esos momentos en los que el tiempo pasa y me pongo nerviosa, porque sé que pronto tendré que tomar una decisión: tulipanes o liliums. Marcial me hubiera ayudado a elegir. Siempre lo hace. Pero no quería entretenerlo, había cola. Y durante ese tiempo me he mantenido inquieta por mi indecisión. ¿Tulipanes o liliums? Los tulipanes son más baratos y más alegres. Los liliums más caros pero también más elegantes. Marcial estaba acabando el ramo para la chica. Me ha mirado y he dicho: “Unos tulipanes”. En ese mismo momento he tenido como una revelación, una especie de evidencia que ha venido, no sé de dónde, y se ha instalado en algún sitio, quizás en mi corazón, aunque sea cursi decir algo así. Pero ha llegado y se ha quedado conmigo. No ha sido ninguna falsa alarma. Ni como cuando me repetía a mí misma, tratando de convencerme: “No puedo quererlo, tengo que olvidarlo después de todo lo que ha pasado”. Ha sido un sentimiento independiente del rencor, de la angustia o de la desazón con los que he vivido estos dos últimos años. Estaba ahí, claro como el día soleado de otoño que hacía hoy, sin explicación y sin dudas, así de sencillo. Eso es lo que hay: ya no te quiero.
miércoles, 10 de diciembre de 2008
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